Un sábado de Abril del 2019 con los Amigos del Museo de Guadalajara
“ENTRE PATOS, GANSOS, ÁRABES Y MONJES CALATRAVOS”
Se nos anunciaba el invierno en primavera y un ceniciento firmamento, nublo, que dirían en mi pueblo, nos saludó un cuarto antes de la ocho. Abril andaba a lo suyo dando sorpresillas climáticas. Cuando arrivo a San Ginés, adivino al grupo al que me uniré. El bus llega puntual y se produce el abordaje. El Mariano, Irma y la Domarco ya están colocaos en los asientos señeros; Angel, Pilar Henar, Belén y las Sagrarios, lucen su mejor sonrisa, mientras Epi y Alberto andan demorándose en busca de aparcamiento… Un simple ojeo sirve como contabilidad y… ¡zumbando! En Cuadernillos, ¿dónde está Mercedes? Aparece después de un par de minutos de suspense. “Ale, vamos que nos vamos”. M-50 y Miguel, que se hace cargo de los mandos de la nave… Resta sólo poner velocidad de crucero mientras suena por los altavoces que “habrá cafetito en Madridejos…”
Subir a la mesa de Ocaña es como constatar que allí comienza la manchega llanura. Chaparrones periódicos nos recuerdan el revuelto día que podemos tener, a pesar de la arenga confiada que nos soltó uno que dice que el calendario Zaragozano meteorológico era “mu” fiable. Javier y Rocío van de noveles. En la parada, Chema da buena cuenta de un pincho de tortilla, pero la mayor parte no pasa del cafetito con churros o similar. La parada ha sido corta pero suficiente.
A las 11,30 ya estamos en las Tablas: sol intermitente, y algunas gotas, documental y visita guiada con momentos de calma y temperatura agradable, pero los dioses nos querían dar una cal y otra de casi ventisca y bajando del Observatorio, el punto más alto del Parque, nos atizó un pelín durante unos minutos. La Marité, Carmenchu, Sandoval, Carmenblasco, las Isabeles, la San Segundo y Vero parecían auténticas esquimales a tenor de su atuendo. Rafa, y Alejandro, a su puro goce; Chelo, la Garvi y Juani llevaban ya 50 fotos cada una. Juanjo, Fernando, Helio, Rita, Puri, la Toquero, Milagros, Almudena, Vega, Carmensanz, M.Rosa, las Pilares, las Nurias y Sarmistha mantenían el toque de personas tan observadoras como discretas. Paco Lozano y Jesús iban de hombres apacibles y no tanto los tres mosqueteros, Agustín, Juan y Enrique que antes de comer ya se habían calzado unas birras a mayor gloria del dios Baco. Ramón, Julián, la Chicharro, hermanos Prieto y el Loeches mostraban-se más zascandiles, como Montse y, en grado menor, Aurora, Lola de Pablos, Piligabriel, la Monge, Carmengarcía, Mauraverónica y la Torcal. Socorro casi se da dos vueltas al Parque…
En el restaurante se vio un gran trajín a por las viandas y cada cual se despachó a su gusto. Nos impresionó Calatrava la Vieja a pesar de las ráfagas que el dios Eolo se empeñó en enviarnos. Vi al del pescuezo colorao, y a bastantes más, satisfechos con lo restaurado y con el resultado, empero el cañizo ocultaba a un Guadiana que antaño lamía las murallas e inundaba el foso del castillo… Y de aquí, al Santuario:
“El portalón con la cruz calatrava en ambas hojas daba a un patio primorosamente empedrado circundado en parte por galería en el piso superior donde el color rojo apagado de las vigas contrastaba con una paredes encaladas y un zócalo de azul intenso de casi un metro desde el suelo. Una parra naciente auguraba una variedad de colores mayor allá por Mayo y sucesivos meses hasta que los pámpanos tornaran en otoño al amarillento y rojizo. Allí, en la ermita de no grandes proporciones, la Virgen de la Encarnación lucía un blanco impecable…”
El regreso fue un suspiro entre el duermevela, el coma profundo y el acompañamiento de un cielo que bien hubiera pintado a ratos el Greco, a ratos Murillo. Lo visto, no lo empañaron unos revoltosos meteoros que anunciaban-se despiadados. Llegados, satisfechos quedamos en brazos de Morfeo…